IDEAS SOBRE LAS TENDENCIAS QUE IMPERAN EN EL CINE ACTUAL: ENTRE COMPORTAMIENTOS HIPERCONECTIVIDAD Y ALGORITMOS
Esto de lo que voy a hablar tranquilamente podría ser un ensayo, una tesis interminable de la que se pueden sacar muchas conclusiones, pueden venir múltiples ideas y podría ser realmente de nunca acabar. Es algo que me interpela como espectador activo, como alguien que considera a este arte como una prioridad absoluta, aunque para muchos ya no lo sea, aunque para muchos sea un “consumo”, aunque el interés reside en la búsqueda de eventos y no tanto en indagar, en interiorizarse, en la ganancia que el mismo ofrece.
Tengo que aclarar que es algo de lo que ya tenía pensado hablar hace rato, pues es algo que los que me conocen saben que invade gran parte de mis pensamientos, y, por desgracia, cada vez más. El gran disparador fue un tweet de Boris_1992, alguien que hace análisis impecables de cine en su cuenta, casi un milagro en Internet encontrar gente así, que realmente tiene interés en dar a conocer su visión del arte y lo que sabe, más que por ver si recibirá una nueva edición de una bufanda con el logo de un superhéroe o por hablar bien de una película que no le gustó, solo por el hecho de que una buena cantidad de billetes aparecerá en su cuenta bancaria.
Es interesante empezar por la cuestión de la plata, más que nada apuntando a lo que sucede en nuestro país. Si tenemos en cuenta el ajuste brutal de los últimos meses, que incide en todo lo que a vivir refiere. Es un caso similar al de aquellos años pandémicos, donde la incertidumbre acechaba y la gente empezó a aparecer paulatinamente en las salas. Aquí no hablamos de un virus que azotó al mundo, hablamos de decisiones siniestras, que atentan directamente contra todas las industrias. Según datos de Cines Argentinos, el porcentaje de espectadores en mayo fue un 55,6% menos que el año pasado en igual mes.
En esto, que obviamente es un factor que es de destacar, hay algo que entra en la discusión: la diferencia entre espectadores. Los espectadores no ocasionales, que tienen un amor incondicional por el séptimo arte, siguen yendo, no tan seguido como antes quizá, pero se los puede ver asistiendo, además de a ciclos más de nicho, a las salas comerciales, priorizando esos estrenos que son primordiales ver en la pantalla grande. Los otros, que no consideran al mismo una prioridad, que se decantan más por las películas evento, deciden ir por lo que más lugar le da la publicidad y lo que cuentan con actores ya consagrados, como pueden ser Ryan Gosling y Emma Stone.
Entran en juego dos factores trascendentales y que están ligados al acceso: uno tiene que ver con el streaming, que hace años viene ganando más y más terreno, con las múltiples plataformas que abundan y que, en su mayoría, todos tienen. También influye el hecho de que las películas se estrenen al mismo tiempo en salas y en las vías no legales, generando una vagancia en la audiencia, que a su vez prefiere pagar los múltiples servicios que priman hoy día que el acto de sacar la entrada, dirigirse a la proyección más cercana, elegir una butaca y dejarse deleitar por lo que la experiencia de la sala ofrece (recomiendo la entrevista de Jordi Wild con Rodrigo Cortés, donde el director español define perfecto esto y con más detalle).
Algo también a destacar es que estamos absolutamente abrumados por la tecnología: ¿cuántas veces uno se detiene a escuchar algo que le interesa por más de dos minutos? Instagram y TikTok nos impulsan a estar pendiente muchas veces de videos que no nos interpelan, inmediatos, descartables. Y la adicción al celular también influye: el querer responder mensajes o ver lo que están haciendo los demás constantemente, aunque muchas veces pasemos de historia sin tener conciencia de lo que acabamos de ver en minutos. El ver cine en el cine exige el alejarse de esto, pero se genera una incertidumbre total por ver quién interactuó con nosotros, haciendo que sumergirse por completo se torne muy difícil (y ni hablemos de lo que sucede en el propio hogar de uno, donde esto es mucho más difícil).
Pero hay cuestiones negativas en la experiencia de la sala, y es menester tenerlo presente: uno es responsabilidad de las audiencias, acostumbradas a ver las películas dobladas, generando que la posibilidad de ver algo en idioma original sean nulas (salvo que el film sea mainstream) y una guerra casi perdida. También lo que involucra ver una película en hora pico, con celulares con el brillo al máximo, con gente comentando a los gritos lo que va sucediendo en el largometraje en cuestión, con la sala como podcast, eso va por completo en detrimento del séptimo arte. Ha muerto el respeto de antaño en las salas comerciales, y hasta sucede también en marcos de ciclos más independientes (aunque todavía no se da con tanta frecuencia)
Y hay algo cierto: la calidad de las películas. La oferta es muchísima semana tras semana, pero lo que realmente vale la pena es poco. Casi todo lo que allí se estrena está más cercano a una serie mediopelo de Netflix, a la cual se elogia y pondera durante una semana entera después de su estreno, que al mejor cine posible. Inclusive lo bueno que sale dura poco en la conversación cotidiana, es esporádico, y hay que ir detrás de lo que Prispi22xD propone desde su canal de Youtube, sponsoreado por una marca y con una remera con la cara de Deadpool. Esto ya es algo más subjetivo, pero es cierto que mucha gente no toma el riesgo de mandarse a ver una película al cine sin saber nada, por la sobreinformación y el no querer “tirar la plata”.
Acá entra en cuestión algo que también tiene relación: el algoritmo y el capitalismo. Esto es algo que habla, entre otros tantos, Byung Chul-Han en “Capitalismo y pulsión de muerte”. Allí, él define al sistema como a uno que ha logrado seducir completamente, todo deriva en el aprovechamiento comercial, y la prueba de eso son los datos personales. Es el propio sujeto el que libremente cede sus datos a cambio de los beneficios que ofrecen las tecnologías. Y ahí entra en juego algo clave: ¿y si lo que prima en las salas de cine es lo que el común de la gente quiere ver a nivel global? ¿y si ya estamos sujetos a lo que las máquinas ven de los diferentes perfiles y apuntan a eso?
Sentido tiene, pues en el poco tiempo de ocio actual, el cual está mal visto por las instituciones y por la propia gente, que ponderan el trabajar 24/7 y no dar lugar al aislamiento ni siquiera en los tiempos donde no se produce, hace que la gente tenga la intención de “despejar”, y ahí entra en juego lo pochoclero, aquello que lleve a pensar lo menos posible y que triunfe ese cine light, lejano al arte y cercano a lo que la automatización pretende, despojado de todo sentido y siendo un snack más. Y así se vive, entre lo poco muy bueno, entre lo correcto y lo que es por completo olvidable.
No hace falta ser un analista de cine consagrado para darse cuenta de que esto es promovido desde los propios mandamases. Sin ir más lejos, entren al catálogo de Netflix e intenten dar con películas anteriores a los años 80´s, se llevarán una sorpresa (no realmente). Allí no existen Howard Hawks, Fellini, Godard, Hitchock, pues no tienen conocimiento de la historia del séptimo arte y ponderan más la copia de (véase el horripilante remake de Rebecca) que la propia película en sí misma. Una declaración de principios total, en una era en la que, si pudieran, comandarían todo desde una inteligencia artificial. Si no, pregúntenle a FRANCIS FORD COPPOLA y a KEVIN COSTNER lo que han tenido que dejar para hacer sus películas.
Da la sensación de que rondamos en el mismo lugar permanentemente, pero es que todo parece ir en detrimento: la modernidad rechazando la tradición, el uso con fines perversos de la tecnología (véase lo que sucedió con los actores y Hollywood el año pasado y las IAS), los algoritmos controlados por siniestros, que pretenden borrar lo preexistente y despersonalizar las producciones lo máximo posible. La gran incógnita tiene que ver con pensar si hay salida, si ya estamos destinados a que lo que refiere a las salas quede como algo nostálgico, o si en algún momento volverá a su esplendor en todo sentido. Hoy parece no haberla. Puede que se me haya escapado algo, pero me interesa leer sus opiniones sobre este tema en comentarios y su visión sobre el estado del cine actual.