HEARTBEATS (2010), dir. Xavier Dolan: IDEALIZACIONES, IRRACIONALIDAD Y ALGO MÁS
Dolan se interesaba por las complejas relaciones entre un adolescente homosexual y su madre en I Killed My Mother, a sus tan solo 19 años, mezclando géneros, citando referencias cinematográficas europeas y buscando un fulgor que supere el sentido de cada escena. Le daba demasiado lugar a ese vínculo y a intentar referenciar esas obras que vio, pero era redundante y no sabía otorgarles un nuevo sentido, poder releer a las mismas, y el homenaje no terminaba por ofrecernos algo más.
En la segunda obra del canadiense detrás de las cámaras, resalta como una brisa el idealismo y arte, por sobre las cada vez más estéticamente similares películas independientes. Vemos a un joven más ambicioso y poderoso, generando una visión tan propia y que sí logra englobar bien sus referencias (siendo las más palpables The Dreamers y Jules at Jim), que inmediatamente nos sentimos atacados por una oleada de visuales renovadas, con colores primarios que recuerdan al mejor Godard y una narrativa que fluye con muchísima facilidad. Una sensación refrescante del amor en la época moderna.
La historia nos muestra un triángulo amoroso, el cual se basa principalmente en la deconstrucción de dos amigos, Francis y Marie, en pos de la idealización amorosa por Nicolas, un joven que llega a la ciudad viene a romper con la cotidianeidad de estos dos. Cada uno va dejando de lado parte de su integridad por esta lucha silenciosa, desencadenando una latente obsesión y montones de sentimientos por este tercer elemento, que acaparará a partir de su irrupción su total atención.
Si uno lee esta sinopsis, puede decir que la vio sin haberla visto, que no ofrece nada particularmente nuevo. Sin embargo, el brillante trabajo de Xavier detrás de la construcción total de la película nos brinda un sinfín de colores que van transformando Heartbeats en una película narrativa y estéticamente más que cumplidora. Así, desde los umbrales del color, nos aporta carácter y, sobre todo, un arte correlativo para cada personaje, situación y momento en la historia. Paso a detallar algunos ejemplos de esto que no quedan meramente en lo “aesthetic” y que se pueden ver replicados tanto en lo visual como en lo sonoro.
Varios son los colores que aparecen y no pasan de forma desapercibida para nada (de hecho, tiene lugar en secuencias que vienen una después de la otra). El rojo es uno de ellos, utilizado cuando la protagonista, después de haber mantenido relaciones con un joven, habla sobre lo acontecido y esta disocia completamente del acto sexual. Es consultada por el mismo sobre el hecho de pensar en actores cuando tiene sexo y esta le dice de forma seca que no. Entendemos que su pasión (rojo) la invade por completo y está ligada a Nico, aquel joven que apareció para sacudir su vida por completo.
Cuando el personaje al que le da vida el director está teniendo relaciones con un hombre aleatorio, se da ese ejercicio pero con otro color, el verde: está ahí pero a la vez tiene la cabeza en otro lado, tiene la esperanza (verde) de que se concrete ese amor romántico con Nico, porque cuando están en el mismo espacio, si bien no han mantenido relaciones ni se han acercado amorosamente, ambos disfrutan y se los ve felices, aunque esto no significa que realmente pueda tener la oportunidad de estar con él de otra manera. Se permite la idealización y expone en diálogos con él su hombre ideal (descripción que encaja con el interpretado por Schneider).
Cuando están observando los dos al joven en la fiesta, podemos encontrar una composición simétrica que surge por la oposición, no sólo con la utilización de colores que son opuestos complementarios, sino también con la cantidad de personas que residen atrás. En el lado derecho del plano vemos a Marie representada con el color rojo y en el lado izquierdo a Dolan con el color azul, ambos colores opuestos complementarios, al igual que los personajes, los cuales son mejores amigos, pero a su vez rivalizan por el mismo objetivo. Además, en el lado izquierdo del plano, detrás de Francis hay dos mujeres y en el lado derecho, detrás de Marie a dos hombres, lo que termina de lograr la oposición por género (mujer/hombre), por color (rojo/azul) y a su vez lo simétrico, ya que en ambos planos vemos la misma cantidad de personas.
Es interesante el uso de la música también, en especial en la mitad de la película, cuando se preparan para el encuentro de ambos con quien los hace perder el juicio. La canción que se integra en esta escena es Bang Bang de Dalida, canción italiana que adelanta con su letra lo que les pasará a ambos posteriormente: lo que refiere al disparo (al corazón) y a una joven pareja jugando juntos cuando eran niños, creciendo a lo largo de los años y, finalmente, culminando con un “bebé” yéndose sin previo aviso. Claramente podemos entender que después todo esto quedará en un coqueteo y una previa eterna a un posible vínculo, ya que nunca terminará por sellarse, pero el disparo ya los impactó y directo en el corazón.
Marie y Francis se moldean según lo que creen que desea Nicolas, la diferencia es que estos, aunque lo intenten y como marcamos antes, no tienen éxito y a los que pretenden “interpretar” son figuras idílicas, intocables. Así, para la fiesta de cumpleaños de Nico, ella se transforma en Audrey Hepburn, actriz favorita de él, poniéndose un vestido de otra época y sus perlas. Lo mismo hace Francis, se corta el pelo y adopta el look de James Dean. Esto con un gran uso de la cámara lenta, que en esas escenas nos permite entender esa fascinación, y pone en evidencia el corte en la temporalidad cotidiana que produce la irrupción del amor.
Vamos con una de las escenas claves de la película, en la que se oscila entre imágenes de Nicolas y el David de Miguel Ángel (representación total del poder y la belleza, con la que cuenta Nico para los amigos). Estas se van intercalando mediante el uso del montaje con el fin de demostrar que ambas representan elementos similares, pero no idénticos, es decir, el canon de belleza, agregándole un nuevo sentido. Luego vemos a Francis mirando con deseo a la cámara, y ocurre lo mismo, es cortado por un juego de simbología entre imágenes de Nicolas y dibujos de Jean Cocteau, haciendo presente lo que siente Francis.
Y el final es contradictorio, a la vez que genial: ellos recuperan su relación amistosa previa y lo ven a Nico en una fiesta, deciden ignorarlo después de todo lo acontecido. Parece que han madurado y aprendido de este camino, mas no es así: vuelven a caer y ahora en las garras de otro joven al que ven en la fiesta y les sonríe a ambos. Esto funcional a la mirada de Dolan, en la que busca demostrar que, así como la vida, el amor también es irracional, no hay vuelta que darle.
Si les gustó, gracias por llegar hasta acá. Seguramente queden muchas cosas por decir de la segunda película del canadiense, pero sería interminable este texto. Si la vieron pueden decirme qué les parece y si no lo hicieron pueden ir a verla y leer este humilde análisis.