CHALLENGERS (2024), dir. Luca Guadagnino: ESPECTADORES DEL DOMINIO Y LA MANIPULACIÓN
Tengo una relación de ida y vuelta con Guadagnino. Aún hoy me sigue aquejando lo sucedido con Suspiria, la innecesaria remake de aquella película del enorme Darío Argento. Luego de ver Challengers, me dieron ganas de darle una segunda oportunidad a Call Me By Your Name, de la cual no tengo el mejor de los recuerdos, pero debo decir que la vi en mis inicios cinéfilos, hace unos cinco años atrás, quizá sea necesario reencontrarse con aquella. Pero hoy toca hablar de su reciente estreno, y por qué me parece que logra compaginar desde el montaje y las imágenes algo más que lúcido.
Los admiradores del tenis compran con lo que sucede en el campo de juego y se encuentran hechizados, sacudiendo su cabeza permanentemente, esperando ver qué sucede con la pelota, con ese impacto tan placentero de oír, con las zapatillas chirriando. Lo mismo sucede con la última obra del cineasta italiano: uno queda hipnotizado con la gran mayoría de las secuencias, gracias al magnetismo tan bien representado con la cámara como dispositivo (y con el mérito de no ser ni estático y poder filmar cada disputa, utilizando todos los tipos de movimiento de cámara posibles), con la música que eleva todo a otro nivel, y los cuerpos en tensión permanente que gravitan en ambos lados de la cancha.
Esos cuerpos pertenecen a Art y Patrick, los cuales es menester destacar, tienen una química notable. Ambos están en constante sintonía y sobrepasan la pantalla. En un primer momento son amigos inseparables, tienen un vínculo casi de hermandad, pero que hay que destacar (y esta como idea vital de la película) que esta ronda siempre alrededor del tenis. Casi como si una película del bueno de Chazelle se tratara, la competencia lo es todo para este trío, tanto en el duelo deportivo como en el personal. Del otro lado está la interpretada por Zendaya, casi como un personaje mitológico, con una ambición desmedida, cuan sirena (bien representado esto en la escena en la playa, con ella posada sobre las piedras) que mueve los hilos de ese “matrimonio”.
Un trío que integra a dos hombres con características bien definidas, con un hombre un tanto vencido (Art), a quien a medida que van pasando las líneas temporales va cambiando la perspectiva con respecto al deporte y a sus intereses. Es mucho más infantil y vulnerable, y se encuentra atravesado por el torbellino que representa Tashi. El otro, más desfachatado, sin vergüenza alguna y con un narcicismo también ligado a la inmadurez que vamos viendo cada vez más con el correr del metraje. Una historia no tanto de amor, sino de un duelo constante (los primerísimos primeros planos símil western en el arranque del film adelantan esto), donde se darán, además de frustraciones por parte de los tres personajes (lejanos al éxito), perversiones, puñaladas y burlas para ir demostrando quién domina en el marcador.
Esos personajes manipulados se vislumbran ya desde aquel acercamiento sexual en la habitación, en toda la previa y las actitudes, con el encuentro con la protagonista femenina. se destruyen entre sí para voluntad y antojo de una femme fatale “tóxica”. Es interesante la facilidad con la que Guadagnino logra representar en una de las primeras secuencias de la película cómo es Tashi: la tendremos de cara al televisor mostrándole a su marido los errores de partido, casi como una madre que regaña a su hijo por su mala conducta. Posterior a eso, vemos a su hija y a la abuela desenfocadas y en el fondo, Las voces se evidencian, pero mínimamente, marcando esto que el interés de ella es estrictamente profesional. También se agrega una S en el poster, evidenciando su poder, y al culminar dicha escena, pasamos a ver en un edificio la misma imagen de ambos, pero el viento arrasa con Art y solo percibimos la imagen de ella. Claridad total en la narración visual, y sin necesidad de hacerlo evidente.
Su narrativa va atrayendo el pasado hacia el presente, mostrando algunos trazos de los distintos vínculos, que no persigue como fin no está en darnos distintas perspectivas sobre lo que sucedió. Guadagnino lo hace para ir armando ese rompecabezas que muestra “los dos lados de la red”, con una visión lo suficientemente completa para entender que esto es un partido que solo se juega de a dos, donde los terceros van a ir quedando relegados. Pero la euforia no queda solo en la cancha, sino también en esas conversaciones, que poseen una tensión tan bien contenida, es todo tan palpable, que no hace falta escenas de sexo permanentes (aunque desde la previa uno podía suponer que habría). Las ráfagas de viento que envuelven a Tashi y Patrick en aquel momento culmen sirven para acercarlos, también lo hace el húmedo ambiente del sauna que funciona como un reencuentro íntimo entre los antes amigos.
Un montaje que también es un valor adicional: tendremos aquellos juegos de ida y vuelta, como una pelota que va pasando de un lado al otro de la red. Vamos a un ejemplo: en el pasado, el momento en que Tashi tiene esa lesión que la marginará de las canchas, se da después de una pelea con Patrick. Allí toma su lugar Art y el otro queda “afuera” de la sala de emergencias. Termina esta escena y vamos al partido de la actualidad, donde Art le gana un punto a Patrick y toma la delantera (y, yendo más lejos, la pelota va “afuera”, como Patrick de la vida de la interpretada por Zendaya). Simetría total entre lo que pasa en la cancha y en el vínculo amoroso con Tashi, esto repetido en varias instancias y señalando quién lleva la delantera tanto en el campo como en lo externo, como sucede en ese excelso final, del cual procederemos a hablar en el próximo párrafo.
Rebote de la pelota de un lado al otro de la red, todo esto generado con los mayores y más audaces movimientos de cámara. Un clímax explosivo, donde esa tensión acumulada, ese erotismo más sutil y sugerente se evidencia en esos saques vehementes. Lo más interesante de este final, más allá de ver lo que sucede en ese partido, es el poder entender que Art rompe con lo que las reglas le rigen durante la película, ya que, a pesar de haber sido un digno competidor, asume la derrota sentimental y compite siendo autoconsciente y con el conocimiento de la verdad (retrotrayendo a el momento en que Patrick le confiesa del acto sexual, cuando eran más jóvenes ambos). Por esto es por lo que el interpretado por Faist da una muestra de carácter, que hasta ese momento no había exhibido.
Desde mi punto de vista, el director italiano rompe con su mala racha y exhibe todas sus habilidades aquí, a pesar de que a veces se le va la mano, como en ese mini homenaje a Wong Kar Wai, que se puede sentir como un derrape, o algún que otro momento emocional forzado, que sobresale de la planificación y no está tan a tono con el guión, pero se le perdona porque logra escapar de la solemnidad, tiene momentos realmente hilarantes y todo lo que sucede en la película responde a algo original, en un género que hoy en día no se ve tanto en la pantalla grande, lejos de la contención que puede predominar en la actualidad, y más ligado a un cine de libertad total.
Seguramente quede alguna cosa sin decir, aunque creo he cubierto varios de los aspectos más importantes del film. Me pueden contar qué les pareció el análisis y, si ya la han visto, dejarme su opinión en comentarios. Los estaré leyendo, como siempre.